¿Decepción Amorosa?
Amaneció. Desperté con una sonrisa pintada en el rostro. Desayuné y me metí a la ducha. Me arreglé lo mejor posible, no tan elegante, pero tampoco tan deslucido, ni más ni menos. Ese día llegué al parque con unas horas de anticipación. ¿El por qué? No lo sabía. Solo llegué y me senté en mi banca que ya era habitual escoger.
Daba la casualidad que un vendedor de flores pasaba por ahí. Le llamé y el acudió a mí lo más pronto posible.
-¿Qué desea?- me preguntó
-Me preguntaba si tendrá alguna rosa-
-Por supuesto que sí-
-Bueno, si es así, deme la más linda y reluciente que tenga-
El florero tomó una, como nunca antes había visto alguna y la envolvió en un pequeño papel de plástico de color azul. Me la entregó y le pagué, y este se fue no sin darle las gracias. Pasó el tiempo…
Esperé a la vida, al tiempo y a la noche, pero solo eso llegó, ningún rastro de mi amada. ¿Decepción? Tal vez… pero, ¿Qué iba a hacer con esa rosa? La había comprado con el propósito de dársela, y nunca me había gustado dejar las cosas sin completar. Entonces me dirigí al lugar de lectura de mi inspiración, y la dejé sobre el pasto, colocándole un pequeño trozo de papel y me pasé a retirar.
Pasó la noche y llegó el siguiente día. Regresé al lugar de los hechos. Me percaté que la rosa se encontraba en perfecto estado y en la misma posición a como la había dejado el día anterior. Era muy temprano para ver a esa mujer, pero por algún extraño motivo, apareció ante mis ojos.
Tuve un sentimiento lleno de emoción y nervios, desesperación y horror, por algún momento pensé en ir lo más deprisa posible a por la rosa, pero mis piernas no respondieron, así que no me quedó de otra más que sentarme y observar. Daba la casualidad que ese día cargaba conmigo el libro que estaba leyendo en esos momentos, así que me tapé medio rostro con este y observe detenidamente los pasos y actos de ella.
Llegó al lugar. Suspiró y miró al suelo. Vi una expresión en su rostro de sorpresa. Fue entonces cuando tomó la rosa. Del interior de sus pétalos sacó un pequeño papel con una nota:
“Porque esta Pasión en las Sombras me desbarata completamente. Quisiera vivir una Pasión a Plena luz del Día. ¿Por qué no? Una Pasión que nos una con un vínculo infinito. Que nos separe de toda oscuridad. Porque esos ojos me recuerdan a la esperanza misma de la vida y tu sonrisa a la luz eterna del Sol. ¿Sabías que eres el ser más bello del mundo?”
“¿Por qué no?”
Tal vez era una nota algo rara y con un poco de incoherencia, pero no sabía expresarme de otro sentido, ya que ni su nombre conocía, pero, ¿Cómo podía estar enamorado de una mujer a la cual solo conozco de vista y ni siquiera sabe de mi existencia? No lo sabía…
Al terminar de leer esta nota, reintegró la mirada. Suspiró una vez más y miró a todas partes con una expresión de búsqueda. Lo único que pude hacer fue fijar mi mirada en mi libro y fingir que leía este sin importarme la vida de los demás ni lo que pasaría con la mía.
Entonces guardó la rosa en su bolso y se sentó en el pasto. Sentí una voz que me decía que le preguntara su nombre, pero me abstuve a hacerlo. Solo la vi, con un rostro lleno de ternura y una mirada desviada a la nota que le había escrito. Su expresión era la misma de una persona confundida.
Pasó la tarde y ya no pude abstenerme más. En ese momento me armé de valor y me paré. Miré al frente y cerré los ojos. Pensé detenidamente en las palabras que iba a usar y al decidirme por algunas, abrí mis ojos.
Pero grande fue mi sorpresa que ella también estaba parada, y se dirigió hacia mí. En ese momento quedé paralizado y lo único que se escuchó de mi fue el ruido que hice al pasar saliva. Ella extendió sus brazos y pareció como si fuera a recibir un abrazo de esa mujer. Pero no pasó eso…
Me pasó de alto y solo rozó su bolso con mi brazo. En ese momento regresé la mirada a ella, y me percaté que el abrazo era para un hombre que estaba parado a algunos metros atrás de mí. Observé como los dos se abrazaron fuertemente, como si quisieran hacerse un mismo ser y después de eso, para mi desgracia, fundieron sus almas y sus labios con un beso lleno de pasión.
Entonces se pintó en mi rostro una tristeza infame, tan grande como la alegría que había sentido al verla por primera vez. Lo único que pude hacer fué caminar de regreso a mi casa, con una cara llena de melancolía.
Me acosté en el sofá y no dormí para nada ese noche, pues los recuerdos tormentosos me invadían completamente. ¿Decepción? Sí, eso era…
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