miércoles, 1 de agosto de 2012

In A Heartbeat

No les podría decir en que año ni en que mes exactamente nos encontrábamos, parecía como si todo lo que alguna vez solía ser nuestra rutina de cada uno hubiera desaparecido completamente. Ahora estas consistían en un montón de acciones del hombre sedentario, adecuadas a nuestro mundo, o por lo menos lo poco que quedaba de él, buscando agua y comida para sobrevivir, así como un pequeño refugio donde pasar la noche.

En alguna parte de todo ese desastre llegué con un grupo de personas, a las cuales he podido llegar a considerar como mi familia. Varios me recuerda a mis tíos o tías, así como a mis primos, entre otros, aunque a decir verdad, no estoy del todo seguro si sean personas que encontré y me ayudaron por coincidencia y solidaridad, o en realidad se vieron en la necesidad de hacerlo pues en efecto, son mi verdadera familia.
Aquél día, la ciudad de Río se tornaba solitaria, como siempre desde que estábamos ahí, vaciando lo poco que encontrábamos en ella. Claramente la luz del sol, por algún extraño fenómeno físico, tornaba en un contraste de colores la ciudad por la mitad, y la luz caía cálidamente del lado este, mientras que del lado sur era todo lo contrarío. Y no era para más, pues además de tener dicha división, se podía observar la antigua vida en esa ciudad antes de todo esto. Bastaba con una mirada general para darse cuenta de los grandes edificios del lado oeste de la ciudad, mientras que del contrario podías encontrarte una infinidad de casitas pobres, denominadas favelas.

Entramos corriendo a aquel hotel lujoso, donde días atrás nos habíamos establecido temporalmente. Nos alcanzaron, y nos forzaron a pelear frente a frente en contra de ellos. Deseaba en esos momentos tener algo rígido para golpearlos, sin embargo solo lograba obtener objetos que se rompían al instante de impactar con ellos. A pesar de que nos encontrábamos en la parte Oeste de la ciudad, nos enfrentábamos con lo que alguna vez fue la población de la parte este, claramente pude imaginar como esa parte del mundo reaccionó cuando esta pandemia empezó. Los pobres desesperados, corriendo hacia los ricos, quitándoles su dinero, sus cosas, matándose unos a otros, no por un trozo de carne fresca, sino por un bote de agua. En algún momento la infección llegó aquí, y todos comenzaron a convertirse en esas cosas. No podía dejar de pensar en todo eso mientras arremetía contra ellos, uno por uno. Impactando cualquier cosa que encontrara en sus cráneos y cuerpos. Sus movimientos son lentos y se pueden evadir fácilmente, pero tienen la resistencia de tres personas.

Llegamos al piso donde se encontraban los demás, fuera de la entrada se encontraban unos cuantos tratando de alejar a nuestros atacantes. Los vencimos fácilmente y entramos al cuarto, el cual era grande. Éramos aproximadamente 10 personas.  Los que acabábamos de llegar preguntamos por 3 personas, las cuales no las vimos en el instante. Nos señalaron al cuarto del fondo. Se encontraban 2 de ellos tirados, muertos. Mordidos. Su piel se tornaba morada.

-¿Acaso están locos?- exclamé –Nos tenemos que deshacer de ellos, en cualquier momento se levantarán.-

Un compañero me tomó del hombro.

-Un momento, ahí falta uno, son solo dos.-

-¿Dónde está el otro?- pregunté

Entonces empecé a buscar por el lugar, y cuando estuve cerca de abrir la puerta del baño, sentí ese hedor. Alcancé a mirar por ese pequeño espacio entre la puerta y la pared a esa persona de espaldas, volteándose poco a poco. Cerré la puerta rápidamente, de no haberlo hecho, se me hubiera lanzado encima. De repente, los otros dos se empezaron a levantar. Todos sabíamos que esas cosas recién levantadas son más fuertes y agresivos, no podíamos enfrentarlos en ese momento, y menos en ese lugar. Empezamos a tomar lo poco que pudimos y salimos corriendo del lugar.
Llegó un momento, al salir del hotel, que nos encontramos con una horda de agresores, a lo cual, ni siquiera me percaté como poco a poco nuestro numero fue disminuyendo. Pronto me encontré solo, corriendo entre todas esas calles, cansado, maldiciendo a los estúpidos que habían conservado esos cuerpos en aquel lugar, donde habíamos podido subsistir durante varios días sin ningún problema. Pronto llegaron a mí aquellas imágenes que tanto me habían perturbado en el pasado, y lo seguían haciendo hoy en día...

*******

Tendrá aproximadamente un par de meses que todo esto empezó. Estados Unidos se encontró devastado en tan solo 6 semanas por esta pandemia. El gobierno nunca dio la cara. Los grupos de sobrevivientes subsisten como pueden, buscando comida y agua en hogares y almacenes abandonados, lidiando con los que alguna vez fueron nuestros vecinos y amigos.

Ese día nos encontrábamos explorando la zona, cuando un par de jóvenes, tal vez de 14 o 16 años se encontraban entre los arboles, escondidos, los detectamos y salieron corriendo hacia aquél camellón, lleno de juegos de parque.  El grupo, todos con mascara anti-gas, tomó sus armas y les apuntó mientras estos corrían, comenzaron a disparar sin advertencia alguna. Algunas balas rebotaban en las estructuras de los juegos infantiles, otras cuantas eran balas perdidas, sin embargo, al pasar de unos segundos, la joven fué derribada, mientras que el joven seguía corriendo con una pierna herida, hasta que una segunda bala impactó en su espalda  y quedó tirado en el asfalto. El grupo se acercó lentamente hacia él, se percató que este seguía con vida y procedió a darle el golpe de gracia.

El gobierno sabía algo, lo cual la población estaba claro nunca supo. Esta era su manera de controlar el virus, eliminando a los sobrevivientes. ¿Por qué hacerlo? Si después de todo, ellos no traen dicha infección con ellos. Deberían estar disparándoles a los que ya han sido víctimas de este, no a los que escapaban de estos para no correr dicho destino.

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